La ética socialista: Don Quijote y Jesucristo.
La ética socialista está basada, sin duda alguna, en la doctrina cristiana. Cuando esta ética es tamizada por el Catolicismo se llega a la moral católica, que basa sus principios en la obediencia, la buena educación y el buen comportamiento con arreglo a las leyes del conservadurismo de lo correcto, lo limpio y lo bien ordenado.
El Socialismo toma sus principios de conceptos cristianos mucho más profundos, que básicamente tienen tres formas de expresión: la caridad cristiana de los poderosos a los menesterosos, la igualdad entre todos los hombres pregonada por Jesucristo y su dictado del derecho de todas las gentes a conseguir la felicidad y bienestar en la Tierra.
Como la caridad implica que haya ricos y pobres, asumida en principio por el Cristianismo que el Socialismo la transforma en solidaridad, que no niega que existan pobres y ricos, pero que fuerza a estos a repartir sus bienes entre aquellos, mediante una acción política de justicia social. La igualdad entre todas las gentes de la Tierra está asumida por ese movimiento político como un principio absolutamente necesario para que todas y cada una de las personas puedan ejercer las libertades en su actuación social. La felicidad, o por lo menos su búsqueda y persecución, es recogida por esa fuerza política como un derecho innato y natural de todo ser humano, por lo tanto cree que debe conseguirla, no con los milagros de Jesucristo, sino mediante la creación de un estado de bienestar social.
Dentro del Partido Socialista, durante la convivencia entre viejos y jóvenes, entre veteranos e inexpertos, estos principios salen a discusión en muchas ocasiones con preguntas de estos y respuestas de aquellos. En realidad sólo los veteranos de ahora tienen los recuerdos, y muchas veces los signos, de la represión franquista y de las dudas y titubeos de la Transición. También necesitan tener por lo menos 48 ó 50 años para haber vivido en su juventud el Golpe de Estado del militarismo español de hace 30 años. Todos estos recuerdos, a veces señales físicas en sus epidermis, como dijo el historiador Miguel de Cervantes en el prólogo de las segundas aventuras de Don Quijote, “señales son que guían a los demás al cielo de la honra y al desear la justa alabanza”.
Los jóvenes de ahora disfrutan de la “honra” que les legaron los viejos históricos que ya no están entre nosotros y se dan cuenta de que algún día, lo más lejano posible, los viejos de hoy, que siguen legándoles la honra del Socialismo, serán entonces también históricos para ellos. Los veteranos que hoy se mantienen activos en el partido quieren recibir la “alabanza” que se merecen por todo lo que hicieron y por todo lo que siguen haciendo por el Socialismo, porque su experiencia es tanto o más valorable que el ímpetu de la juventud, pues, como decía el narrador de Don Quijote en dicho anuncio, “el entendimiento suele mejorarse con los años”.
Por todo lo antedicho, no se entiende la persecución moral que muchos medios de comunicación y algunas personas “sueltas” ejercen contra la mayoría de esos veteranos, que tal vez cometieron algún error mínimo o sufrieron un hecho tergiversado, que no se ha querido ni olvidar ni aclarar, manteniéndose en el tiempo como si fuera una gran verdad. Lo que sucede es que, cuando se ejercen cargos políticos de cierta importancia, se crean alrededor críticas a cualquier tipo de actuación de estos. Por eso Don Quijote recomienda a Sancho Panza, antes de ser Gobernador de la Ínsula Barataria, que, ejerza el cargo con “una blanda suavidad, para que le libre de las murmuraciones maliciosas, de quien no hay quien se escape”.
Yo admiro a esos viejos veteranos que consiguen las alabanzas de todos los militantes después de haber conseguido el apoyo de la mayoría de ellos para sus proyectos de organización del partido y de su renovación ideológica. Yo les tengo mucha envidia, pero yo creo que de “las dos que hay”, como decía el narrador antes mencionado, la mía es sana, aunque no “santa”, pues muy pronto hace que me alegre de sus éxitos y un poco después me lleva a pensar que soy partícipe de sus triunfos.
Publicado en el periódico "Información" de Alicante, pág. 28 de 6 de noviembre 2012.